No sabíamos qué estábamos viendo. Al llegar a casa y conectar el telediario de las tres sólo aparecía una torre ardiendo, que tampoco sabíamos de dónde era y por qué ardía. 'Zapeamos' de cadena en cadena, de telediario en telediario para lograr saber a qué correspondían esas imágenes de la torre en llamas. Y de repente, la otra torre también empezó a arder. La pregunta común surgió en todos los canales: ¿qué está pasando?..." De esta forma describía un receptor anónimo su impresión de las imágenes que desde Nueva York se recibían a las tres de la tarde. La extrañeza será la palabra que todos repitan. Locutores, enviados y corresponsales, pero también audiencias asombradas y perplejas.
El atentado, pues, significa el ejemplo más claro de la entrada en una fase diferente del proceso informativo. Diferente por cuanto supone una radical alteración de los efectos de una noticia (Bryant, y Zillman, 1996). La sobrecogedora imagen de las dos torres ardiendo y de los aviones chocando frontalmente contra ellas se ha convertido en una de las imágenes que en menor tiempo ha batido todos los records y tiempos de difusión. Se repiten de manera intermitente y constante en informativos, pero asimismo en programas de entretenimiento y espectáculo. De igual manera, se alude al hecho cada vez que se quieren reforzar argumentos en favor de acciones bélicas o de fuerza. Es por tanto el referente oculto y no expreso de la gran mayoría de contenidos informativos y comunicativos desde aquella fecha del mes de septiembre. Ahora bien, qué notas distintivas han constituido las señas de identidad del hecho tan propias, que se puede afirmar que estamos ante unas variaciones mediáticas que merecen ser consideradas con detenimiento. En este sentido, trataremos de apuntar algunos de los aspectos que hacen del tratamiento de esta información, un proceso nuevo en el fenómeno informativo. A continuación, expondremos las características específicas del tratamiento mediático del acontecimiento, subrayándose las mutaciones que se han ejercido en el ámbito de lo que se ha denominado convencionalmente como "noticias fuertes" y "noticias débiles" (Langer, 2000).
En efecto, en la esfera de la información son "noticias fuertes" las que se refieren a temáticas vinculadas con los sectores "serios" de la sociedad -economía, política, cultura-, mientras que "las noticias débiles" harían alusión preferentemente al tema de los sucesos y las páginas de "sociedad". Sin embargo, en el caso de las Torees esta clasificación se transforma radicalmente. Y así se confunden las "noticias débiles" de sucesos con las "noticias fuertes" de economía y política. Se produce, por tanto, una síntesis sin precedentes entre política y crónica de sucesos. Entramos en una etapa nueva de la información, pero también de la comunicación de masas y para masas. Es la identificación entre realidad y ficción. Veamos detenidamente, pues, los aspectos nuevos y diferentes que el 11-S
Los comentarios anteriores a los que hemos hecho referencia, nos sitúan en uno de los ejes más determinantes que ha gravitado en la psicología colectiva en relación a la noticia del atentado: la confusión entre realidad y ficción.Mucho se ha hablado sobre el efecto de realidad (VV.AA., 1974a) que los medios producen.
Sin embargo, también el efecto contrario es evidente. Esto es, la sensación de ficción que se ha ido introduciendo en los noticiarios diarios. Roland Barthes, el sociosemiólogo francés, fue de los primeros autores en llamar la atención sobre este fenómeno. En su libro "Mitologías" planteaba cómo en los productos de la Cultura de Masas se daba "un sentido de realidad" sumamente influido por las producciones del cine hollywoodiense o los telefilmes televisivos de acción y de violencia (Barthes, 1980, p. 214-215).
Meses después del acontecimiento aún no es posible determinar el número objetivo de víctimas que murieron en él. Esta indefinición y la desaparición de imágenes han llevado a formular en algunos comunicólogos y periodistas el hecho de estar ante una desinformación con características nuevas (Durandin, 1995), porque a quién le interesa y beneficia el silenciamiento del dramatismo y angustia que acompañó el atentado.
La respuesta nos lleva a otro efecto diferente de los estudiados habitualmente por los comunicólogos, al evitarse la sensación de peligro y de derrota en las masas de la ciudad de masas que es Nueva York.
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